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Crónica: Taxista hispano se la jugó por su familia… ahora enfermó de coronavirus

Taxista hispano se la jugó por su familia... ahora enfermó de Coronavirus, una crónica de Mario Guevara para Mundo Hispánico.
2020-04-07T12:05:47+00:00
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  • Crónica: Taxista hispano se la jugó por su familia… ahora enfermó de coronavirus.
  • Raul Romero es taxista en El Bronx, enfrentó la batalla del COVID-19 por su familia, pero ahora necesita ayuda.
  • Cuando toca elegir entre vivir o comer.

Raul Romero es dominicano y taxista desde 1999.

Su taxi y él superaron momentos difíciles juntos. En 11-S, la recesión y ahora les tocó enfrentar la pendemia de coronavirus.

Leyó todos los avisos de la Comisión de taxis y limusinas de la ciudad de Nueva York. A pesar de ser diabético, Raul se acogió a que es un servicio esencial y decidió seguir trabajando en medio del brote y los muertos en Nueva York.

No podía dejar de traer dinero a casa, su familia lo necesitaba.

Taxista hispano se la jugó por su familia... por Mario Guevara
Captura Twitter @byHeatherLong

Así que, aún asustado por este terrible enemigo invisible, Raúl Romero, ideó una estrategia para no enfermarse y poder seguir alimentando a los suyos. Su hija le compró Lysol, guantes y una máscara.

Era una cuestión de no poderse dar el lujo de no trabajar.

Sandra, su esposa, le dijo que no saliera. Ya se arreglarían con lo que ella ganaba como niñera en Manhattan. Raul llegaba ya a la curva de los 60, además estaba su diabetes… pero, al mismo tiempo, sabía que no la escucharía, este dominicano de corazón noble nunca se sacaría de la cabeza y el corazón que es el sostén de la familia.

Además, ahí afuera, también había gente que lo necesitaba.

«Mira, amor, si uso máscara y desinfecto el auto a cada rato, no va a pasar nada», le dijo a Sandra. «Este es mi trabajo. Dependemos de eso».

Ella sabía que Raul nunca se quedaría en su pequeño apartamento de dos habitaciones. Había muchas cuentas que pagar con COVID-19 o sin él. Raul le contó al Wahington Post que tenía muchos gastos: $1.100 del alquiler, $440 del seguro de automóvil y responsabilidad civil, $320 de tarifa de envío de taxi, $150 de estacionamiento mensual, $120 de factura de teléfono celular… y más cosas.

Sus hijas, ya grandes, también le pidieron que no saliera. Le prometieron buscar dinero donde y como hiciera falta. Pero Raul desoyó todo.

No lo dudó. A pesar del miedo al contagio y los pedidos de Sandra, se calzó la máscara y salió a las calles con su fiel taxi, su pequeño Toyota Camry.

Sus pasajeros eran, sobre todo, médicos y enfermeras que iban o venían del trabajo. Eso ya le ponía los pelos de punta pero, al mismo tiempo, sentía que colaboraba en algo. Se sintió casi heróico haciendo lo suyo en la pandemia. Hasta se inscribió para entregar alimentos a las personas mayores.

Después empezaron a pedir viaje personas asustadas que querian ir al hospital.

«Necesito hacerme un test», le confiaron algunos pasajeros. Raul los miraba por el espejo retrovisor.

No todos seguían el protocolo de seguridad. Algunos no se tapaban la boca al toser.

Y llegó el 14 de marzo.

Su pasajero quería llegar al hospital, le dijo que había dado positivo al coronavirus. Estaba ansioso y asustado. Raul pensó en no hacer el viaje, pero no podía echarlo, la ética y las normas de los taxitas de Nueva York se lo impedían.

Se puso la capucha de la sudadera sobre la cabeza y afirmó su máscara. No podía evitarlo. Fue un viaje de 20 minutos, pero el dominicano sintió que era una eternidad.

Y cuatro días después, Romero empezó a sentirse mal. No había un termómetro en casa, pero Sandra y Raul sabían que tenía fiebre.

«Tómese el té, mi amor», y ella le tendió una taza humeante de té con hierbas y ajo. «Esto le va a hacer bien».

Sin embargo, el remedio natural originario de República Dominicana no fue suficiente con tamaño enemigo.

Taxista hispano se la jugó por su familia… por Mario Guevara

Raúl se sofocaba y le dolía todo. Ya no protestó cuando Sandra le prohibió salir a trabajar… se sentía demasiado enfermo.

Ella llamó a la línea directa de salud para informar los síntomas de su esposo. Quería que le hicieran una prueba. Pero le contestaron que se quedaran en casa, los hospitales no daban a abasto.

No permitieron que sus hijas fueran a visitarlos. Ya temían por la mayor, Stephanie, que los había visitado el 15 de marzo, después de que Raul estuviera expuesto en aquel viaje del infierno. Y sus temores estaban fundados, Stephanie y su esposo tienen tambien síntomas de COVID-19.

Su otra hija, Sthelyn, es una defensora de la inmigración. Ayuda a las personas a navegar por el sistema judicial de los Estados Unidos y sabe bien cómo lidiar con la burocracia. Por eso, pensó que podría ayudar a su padre a obtener beneficios de desempleo, ya que los taxistas son autónomos y no reciben pago por enfermedad u otros beneficios.

Pero, hasta hoy, no ham conseguido comunicarse con la Oficina de Desempleo. Las líneas están saturadas.

Taxista hispano se la jugó por su familia… por Mario Guevara

Como si fuera poco, Sandra también comenzó a mostrar síntomas de coronavirus y tuvo que dejar de acudir a su empleo en Manhattan. Ahora es difícil para ella hablar sin toser y tiene asma.

Están en problemas, no pueden hacer frente a sus gastos. Ni alquiler, ni internet ni celular. Guardan para los comestibles y los medicamentos. La ciudad de Nueva York puso una moratoria a los desalojos. No pueden ser expulsados pero temen que su arrendador ponga una marca negra en su crédito.

También han aprendido a vigilar si los síntomas empeoran.

No duermen. Tienen miedo de empeorar y quizá morir, pero también temen que sus deudas les hagan perder su taxi.

Los Romero son ciudadanos estadounidenses, llevan 40 años en el Bronx y nunca usaron asistencia del Gobierno. Ahora imploran que su cheque prometido de $2.400  llegue cuanto antes.

Sthelyn abrió una cuenta buscando ayuda en Go Found Me. Ya no pueden solos, necesitan de la comunidad… y lo merecen. «Por favor, done lo que pueda para salvar a un héroe no reconocido como mi papá», dice ella.

Y yo hago su eco. Ya no reciben más donaciones, pero quizá sí necesiten apoyo de toda la comunidad.

Esta ha sido mi crónica de hoy, hermano. Te espero en la de mañana, como siempre.

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