Crónica: Agente del Infierno viola y da por muertas a inmigrantes

• Crónica: Agente del Infierno viola y da por muertas a inmigrantes.
• No es uno, ni dos, son varios casos denunciados por mujeres inmigrantes que sufrieron violaciones, tocamientos y abusos en general.
• Las demandas se van sumando, los casos son terribles. Este… fue espeluznante. Agárrate a la silla.

Crónica: Agente del Infierno. Se miraron entre ellas. Después de cruzar el Río Bravo en un barcucho de contrabandistas, correr buscando un futuro o dejarse atrapar por un agente de la Patrulla Fronteriza no parecía tan malo.

Los contrabandistas ya las habían mirado con otros ojos, como si fueran caramelos. Pero la mamá de una de ellas era una valiente y no había permitido que la cosa llegara más allá de un toqueteo asqueroso.

«No griten, no teman, yo estoy acá», les dijo la mujer. Viajaban solas, la madre con su hija adolescente y una amiga de tan solo 14 años.

Vulnerables y hermosas debajo de la transpiración, el polvo y el miedo. Su juventud no podía esconderse, era un tesoro preciado. Lo único que tenían.

Una vez se bajaron del bote corrieron para alejarse de aquellos «hermanos» que las pasaron a Estados Unidos. Los agentes ‘gringos’ podían detenerlas y encerrarlas… pero, ¿qué más podría pasar? ¡Merecía la pena el intento!

Así que las tres, dándose la mano, corrieron casi con los ojos cerrados por el pavor y la adrenalina.

Pasaron la frontera cerca de McAllen (Texas) y entonces apareció él.

Se veía grandote, con su uniforme de la Patrulla Fronteriza. Si su sonrisa hubiera sido un poco menos espeluznante, hasta podría tener un cierto atractivo.

«¿Dónde van las señoritas?», dijo al bajarse de la patrullera.

Ellas miraron a la mujer. Sabían que iba a ocurrir y esperaban que las detuviera y las llevaran a un centro de detención. Ahí podrían pedir asilo. No era lo mejor, pero era lo único, la única esperanza.

«A ver… ¿sus papeles?». El agente se acercó a las muchachas. Movió la cabeza y le dijo a la mujer: «Muy bien, acabemos con esto, súbanse a la patrulla, están detenidas».

La mujer sintió alivio al sentarse en el asiento trasero. Las chicas parecían dos ciervos asustados. Tomadas de la mano con los ojos abiertos de par en par. Mudas. ¡Ellas que hablaban hasta por los codos!

El agente hizo una parada y las hizo bajar para ponerles las ataduras de plástico en las muñecas. «Era el protocolo», dijo.

«Qué piel tan suave», susurró en el oído de la madre.

A ella se le aceleró el corazón al mismo tiempo que a él la respiración. Mil alarmas sonaron en la cabeza de la mujer. Pero era un agente de Estados Unidos… ¿no? Al fin y al cabo, era la ley.

Llegaron a una zona boscosa donde el agente detuvo la patrullera. No se veía ningún tipo de estación de la Patrulla Fronteriza. La más joven comenzó a sollozar pero las otras dos la miraron fijo. Ella recordó: «No lloren, no griten».

Pero las lágrimas sí se desbordaron cuando vieron cómo el agente arrastraba a la mamá hacia dentro del bosque.

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«¿Dónde la llevas? ¡¡Deja a mi mamá!! ¡Llévame a mí!!», gritó su hija… pero era tarde para eso. Atadas y encerradas, no podían hacer nada más que temblar mientras escuchaban los gritos de mamá.

«Déjame, no puedes hacer esto». Ella ya no gritaba, no quería asustar más a la chicas. La realidad la golpeó en la cara. Este hombre no era su libertad, era su condena.

«Quédate quieta, perra, te va a gustar», dijo el agente bien cerca de su cara mientras se abría el pantalón.

Aquella madre mantenía sus piernas juntas rezando por un milagro. Pero él no quería saber nada que no fuera su olor de hembra y el poder que sentía al violarla.

La violó como un animal lujurioso y enfermo.

Cuando terminó, se incorporó y miró el rostro de su víctima. Sus ojos negros evadían su mirada. Parecía una muñeca rota y usada. Así que, con sus grandes manos, tomó su cabeza y le giró bruscamente para romperle el cuello. Por si acaso, le hizo cortes en las muñecas para que se desangrara.

Después la tapó con ramas.

Y sintió, de nuevo, el palpitante deseo de más piel.

Había empezado por la madre, pero había dos delicias más esperando.

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Cuando las chicas lo vieron aparecer solo, gritaron y lloraron aún más fuerte. A él eso le complació. Ahora estaba más enardecido que antes.

Tomó a la hija y la arrastró hacia el bosque.

La más joven, casi una niña, dejó de llorar. Ya no sentía nada dentro de sí. Temblaba de pies a cabeza.

El agente arrastró a la muchacha, como había hecho con la madre, y la tiró en el pasto, entre las hojas y las ramas.

Se tomó el tiempo de acariciarla, abusarla y tomarle fotos. ¡Era tan hermosa y fresca! No podía creer el momento de euforia que estaba viviendo. Una locura para los sentidos. Toda para él.

Cuando se cansó, también le torció el cuello para quebrárselo, cortó sus muñecas y la dejó tapada con hojas y ramas. Pensó que ambas estaban muertas.

No sé si lo sabes, pero los animales de presa, los cazadores, cuando están satisfechos, guardan su presa malherida para más tarde. Los leones, los leopardos y otros lo hacen. Este agente también.

Volvió a la camioneta y se subió al volante sin decir nada. Condujo un poco más. Entonces detuvo el vehículo y arrastró a la más jovencita hasta el bosque.

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No, no repitió lo que había hecho con las otras dos. Estaba demasiado cansado como para excitarse de nuevo. Prefería dejarla de postre. Así que, la dejó atada a un árbol y se fue.

Volvió a la estación de la Patrulla Fronteriza, previo higienizarse un poco, a terminar su turno. Nadie notó nada extraño. Después del trabajo, se cambió de ropa y salió… como cualquier día. Cuando terminó, regresó a buscar a la muchacha. A esta se la llevaba a casa.

Así, como estaba, atada y amordazada, se la cargó en el hombro y la subió a su apartamento. Cerró la puerta y respiró hondo. Le vendría bien una cerveza fría… estaba agotado.

La madre esperó a que no se escuchara nada. Una vez que se dio cuenta de que la camioneta se había ido, se arrastró hacia afuera del bosque.

Allí la encontró otro agente. El horror volvió a su garganta, pero esta vez el hombre sí actuó como ella hubiera esperado.

«¡Dios mío! ¿Quién le hizo esto? ¿Qué le pasó?», preguntaba mientras le cortaba las ataduras y envolvía sus muñecas. Ella solo pudo decir: «Otro hombre… con la misma ropa que usted».

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La muchacha más joven temblaba de frío en una habitación a oscuras. Esperaba la muerte. Sabía que el animal se iba a despertar en cualquier momento y venir por ella. Solo quería que no doliera tanto como imaginaba.

¡Sentía tanto miedo! Pensaba en su Honduras natal, donde nunca volvería, en la sonrisa de su amiga que nunca más vería, en los sueños que ya no importaban.

Entonces escuchó el timbre de la puerta del departamento. Después, un ruido seco y fuerte que la sacó del atontamiento. Y se abrió la puerta. Entró la luz y se recortó la silueta de alguien -¿un ángel?- que la cubrió con una manta y le dijo que todo estaría bien.

«I am a monster»: U.S. Border Patrol agent Esteban Manzanares raped 14-year-old immigrant girl for hours https://t.co/7Vi2xyFPpc pic.twitter.com/9TX5avEXbc

— Law & Crime (@lawcrimenews) November 12, 2018

El disparo que escuchó fue con el que el agente Manzanares se suicidó sentado en la mesa del comedor. Había una nota sobre la mesa de dos páginas de largo. “Perdón por lo que he hecho.”, escribió. “Soy un monstruo”.

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Después de eso, a las tres, porque las tres sobrevivieron, se les concedieron visas U, las que se otorgan a víctimas de abuso sexual y otros crímenes violentos. Ellas presentaron una demanda que desató muchas investigaciones acerca del protocolo de enrolamiento de los agentes.

En las investigaciones, pudieron encontrar antecedentes de tendencias pedófilas del agente Manzanares.

Pero fue demasiado tarde. Para ellas y para él.

Este fue un caso espantoso que ya tiene varios años, pero muy a menudo se destapan casos de abuso y abuso sexual a mujeres y niños migrantes. Son víctimas fáciles para los lobos disfrazados de agentes. Son un peligro más después de atravesar la frontera y llegar vivos a Estados Unidos.

Cuando creen que ya están a salvo…

Gracias por leer mi columna de hoy, te espero en la de mañana, como siempre.

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