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Abusada cuando tenía 5 años y al cruzar la frontera también

Padeció dos veces el dolor físico y psicológico de ser abusada sexualmente a los 5 años de edad y al cruzar la frontera como indocumentada
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  • Antes de llegar a EE.UU. Wendy Karla padeció doblemente el dolor físico y psicológico al ser abusada sexualmente a los 5 años de edad y al momento de cruzar la frontera como inmigrante indocumentada
  • La mujer relata a Mi Mundo Mami cómo su vida cambió con la llegada de su hija Joselyn que padece una enfermedad neurológica congénita llamada Microcefalia
  • Tras cambiar su pasado, Wendy trabaja en vivir feliz su presente a través de cursos de superación y terapias que han ayudado también a Joselyn 

Antes de que su vida diera varios giros en Estados Unidos, Wendy Karla fue abusada sexualmente a los 5 años de edad y al cruzar la frontera como inmigrante, también, una situación que se repite a diario entre las mujeres inmigrantes en su tránsito a un mejor futuro.

Wendy Karla es una madre inmigrante indocumentada, que llegó hace muchos años a Estados Unidos llevando a cuestas el lastre emocional de haber sido abusada en la infancia y durante su tránsito por la frontera.

Wendy Karla, quien un día emigró de su natal Ciudad de México sabiendo que no vería más a su familia, consiguió fincar su estancia en este país, al cabo de los años se casó, dio luz a su hija Joselyn quien fue diagnosticada con un padecimiento neurológico que la mantenía en un estado similar al coma, y un día Wendy Karla escuchó unas palabras mágicas, que le sonaron como música pura: «… Joselyn despertó…».

Y con esa hija suya con microcefalia, una condición que limita el crecimiento normal del cerebro, Wendy Karla logró desprenderse de los lastres emocionales de su pasado tormentoso.

Gracias a unas terapias energéticas pudo liberarse de esas cargas y replicar las enseñanzas en su hija para rehabilitarla, aunque hace notar un aspecto fundamental: «Para mí, ella es mi maestra; más que yo ser la guía de ella, para mí ella es mi guía… Ella me ha enseñado a amar…»

Mi Mundo Mami presenta la historia de Wendy Karla, una mexicana que dejó todo por el sueño americano sin siquiera decir adiós a su familia, a la que no ha vuelto a ver.

«Mi mamá fue hospitalizada por haberme venido sin despedirme», recuerda durante la charla con Mundo Hispánico.

«Mi historia es como la de muchos otros que han llegado aquí: indocumentada, cruzando el río, tuve que pasar ciertas travesías que todos hemos enfrentando. Lo más difícil fue que nos agarró Migración, entonces tuve que regresarme y me quedé totalmente yo sola. Cuando yo tenía cinco años fui abusada sexualmente; en la frontera también tuve abuso. Todo eso venía yo cargándolo», relata.

Viene a su memoria y comparte que cuando emigró de la Ciudad de México, el entonces Distrito Federal, «desafortunadamente no me despedí de mi familia, simplemente los dejé sin dejarles una carta sobre la mesa. Tuve mi forma de despedirme, yo ya esta decisión la había tomado como dos meses antes, con mi mamá esos dos meses yo traté de estar con ella, de acompañarla en cualquier momento a donde ella quisiera ir… la abracé».

 

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Abusada cuando tenía 5 años y al cruzar la frontera también

Esos momentos duros llegan a los labios de Wendy Karla en cascada, y agrega que «De mi papá recuerdo una escena donde tuvimos una fiesta. Me encantaba cómo bailaba él y le pedí, le rogué que quería bailar con él… Era como mi última pieza de baile con él. Desafortunadamente él no estaba dispuesto y sí me dolió. De hecho, él en una llamada me dijo: “Discúlpame, ahora entiendo por qué me insistías tanto en querer bailar conmigo…».

Wendy platica con Mundo Hispánico en el jardín de su hogar, provisto de todas aquellas cosas y utensilios que una familia reserva en ese sitio para su placer y ocio.

Hay juguetes, y en la habitación de su hija Joselyn, muñecos de peluche. Muestra los álbumes familiares donde hay tantas y tantas fotos de Jocelyn. En una mesita, junto a un retrato de la pequeña, hay una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Precisa que ha aprendido a aceptar que su hija «sea simplemente ella, y no fijarse qué hace la gente o qué dice la gente. No estamos solas, somos personas normales con una situación diferente, pero sí necesitamos ayuda nosotras, no solamente nuestros hijos».

La fortaleza de Wendy es tan evidente como la espontaneidad de su sonrisa plena, y ni siquiera cuando recuerda los horrores que ha vivido se aprecia alguna sombra que nuble su mirada, esa mirada tan suya donde germina una resolución inquebrantable.

 

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Abusada cuando tenía 5 años y al cruzar la frontera también

«Estoy tratando de sanar muchas cosas que pasaron en la frontera, yo creo que no soy la única que las ha vivido».

Sin haber superado estas situaciones, Wendy refiere que quedó embarazada de su pareja. Cuando trataba de superar lo vivido en la frontera y aún sin estar lista, quedó embarazada.

«Yo me cuestioné mucho en mi primer mes cómo iba a traer a una persona a la vida cuando yo misma no me sabía cuidar».

Sin embargo, ella no estaba preparada para superar un reto más grande, un reto que ella no imaginaba. «Pasaron ciertas cosas que a mí no se me hacía normal. Estoy en esta situación, es algo que yo no me esperaba, con mi pasado, con mi presente, qué va a pasar más adelante.  Todo mi embarazo digamos que fue normal: te hacen estudios, medidas de cabeza, cuerpo, y todo salió normal. No lo esperaba, era un momento en el que yo no me sentía lista para ser madre y cuando nació desde el primer día que la recibí se me hizo algo muy extraño porque ella no lloró. La cargó mi esposo, no lloró; la cargó la enfermera, no lloró. Pero cuando yo la recibí en mis brazos ella empezó a llorar y eso para mí quedó muy marcado: ¡Ah, no me quieres como madre, discúlpame!».

Wendy recupera el aliento tras agolparse en su mente el momento más importante de una madre: el primer encuentro son su vástago, momento que para ella fue de alto impacto.

 

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Abusada cuando tenía 5 años y al cruzar la frontera también

«Yo sentía que algo no estaba bien. El pediatra le midió la cabeza y me dijo que no estaba creciendo dentro de la escala de lo que es el desarrollo de un niño. La diagnosticaron microcefalia. Digamos que es una falla neurológica donde el cerebro no crece, se queda pequeño, el cerebro no se desarrolla como normalmente crece y eso afecta su comportamiento mental y físico.

«Ahora no tiene comunicación, ella no habla. Empezó a caminar como a los cuatro, tres años y medio. Yo renegué, me enojé, lloré, me frustré… Piensa uno que no puede ser, se derrumba uno por dentro y yo llegué a ese nivel en donde yo ya me estaba despidiendo de ella, yo ya no quería; más pasaron los días y mi esposo llegó con una cita con una terapista, quien hoy es mi amiga, que da terapias energéticas. Desde la primera terapia, cambió. Esos costales que yo venía cargando, esas emociones se fueron…»

Wendy agrega que ese cambio en su rutina de vida le permitió abrir otros horizontes a su realidad.

«Yo aprendí los cursos, empecé a enfocarme un poquito en mí, empecé a aprender. Le di terapias a mi hija y también fue para ella magia porque en el momento en que yo le di la primera semana de terapia a ella, las terapistas, que eran ocupacionales y físicas, me dijeron: «Yo no sé qué está pasando, pero Joselyn despertó…».

Y también despertó Wendy Karla, la inmigrante mexicana que un día cruzó el río en busca del sueño americano. Ella, quien fue abusada en la infancia y en la frontera, también un día despertó de las pesadillas que la atormentaban. Ella también despertó.

 

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